Limpio, puro y cristalino, con
estos tres adjetivos se define la poética musical Mozartiana. Basta comprender
que la interpretación de cualquier línea musical del gran maestro requiere una
finura, delicadeza y técnica que son desbordantes para muchos de los grandes
intérpretes, los de siempre y los de ahora. Todos aquellos que de alguna manera
se han enfrentado a cualquier pentagrama de su literatura musical se preguntan
el porqué de esa complejidad invisible y la respuesta se deja intuir. Una
mezcla de conocimiento, experiencia y prueba - error continuo nos hacen ser
conscientes de la extrema dificultad de su interpretación. Lo curioso de todo
esto es la aparente facilidad que irradian sus partituras, realmente los
recursos musicales que utiliza son básicos, sus aspectos formales son
prácticamente de libro, pero y ahí está su gran virtud, lo esperado nunca
aparece porque es una sucesión de belleza inesperada, perlas que se descubren
ante cualquiera que sepa escuchar, modelos que vienen de un eterno ejercicio de
búsqueda y descubrimiento. Sencillez y complejidad de manera simultánea
e inmediata y puro descubrimiento e inventiva en su secuencia discursiva.
El gran misterio de este gran
maestro se encuentra en su propia actitud emprendedora e innovadora; conocimiento
de su oficio, agudeza de medios, distribución
inteligente de sus recursos e inventiva continuada a lo largo de toda su acción
artística para emprender o lo que es lo mismo; acometer y comenzar algo,
tomando el camino con resolución de llegar a un punto introduciendo novedades.
¿Por qué el Salieri de turno no
llegó donde Mozart llegó? es algo que está relacionado con esto que estoy
describiendo, que no es más que la
actitud de búsqueda, compromiso e innovación que se da en cualquier aspecto de
desarrollo del ser humano, sea en el arte o en el mundo de los negocios y
la política. El dotarse del don necesario para la creación de belleza, en el
caso de la poética y creación artística, está vinculado a la actitud de
emprender, encontrar, buscar, arriesgar y no solamente del buen hacer del
excelente profesional del oficio correspondiente que posiblemente no pase de
realizar cosas tremendamente correctas. (No es de corrección de lo que va este artículo,
que obviamente es un aspecto realmente importante en cualquier ámbito, es de
posibilidades de reinvención, de articulación de nuevos caminos, de
descubrimientos posibles, de sostenibilidad inteligente…).
Vean esta escena, seguro les
sonará,
La actitud de emprender e innovar es algo
consustancial al ser humano,
pongamos el ejemplo de aquel/los primer/os grupo/s de homínidos humanos que
poniéndose erguidos consiguieron miles de años después llegar a la luna. Me refiero
a que si estamos en la cúspide de la cadena trófica es entre otros muchos
aspectos por la actitud de nuestra especie ante el hecho de la supervivencia y
la reproducción y la consiguiente innovación y desarrollo en los planos más
básicos de nuestra existencia.
Y si esto es así, por qué
seguimos preguntándonos donde está el secreto para emprender e innovar. Las
obras de Mozart son escasas, lo sublime de Mozart es intangible y la
realización de su poética necesita de tiempo y desarrollo para alcanzar y consolidar
su interpretación. No será entonces que nos preguntamos tanto por el encuentro
del emprender e innovar porque esa actitud es tremendamente escasa, porque
cuando se da es intangible y porque como toda fuerza potencial necesita de
tiempo de espera para su desarrollo y consolidación.
¿Encontraremos paradojas de la
propia estructura político económica que ahora ha caído en la cuenta de la
fuerza de esa actitud? No olvidemos esto; el valor constructivo mozartiano se
debe a la sencillez y complejidad que se da de manera simultánea e inmediata y
del puro descubrimiento e inventiva que se encuentra en su secuencia discursiva
y temporal, o dicho de otro modo, valor
potencial intangible y tiempo de desarrollo del mismo, reconocimiento explícito
de ese valor intangible y mecanismos estructurales que lo hagan posible,
repito entonces, ¿encontraremos paradojas de un sistema político – económico
inalterado por décadas que ahora ha caído en la cuenta de la fuerza de esa
actitud emprendedora e innovadora?
1. Primera paradoja; algo consustancial al ser humano es
terriblemente escaso en la empresa.
2. Segunda paradoja; algo extremadamente necesario para nuestra
propia supervivencia es extremadamente inexistente como valor personal en
nuestra sociedad
3. Tercera paradoja; algo que está dotado de valor intangible no
es reconocido por ninguno de los eslabones de la cadena de valor de cualquier
sector en nuestra sociedad como realmente diferencial, único y valioso.
4. Cuarta paradoja; no existe tiempo para la espera, negocio es
todo aquello que requiera esfuerzo contenido, poco tiempo de desarrollo y
conlleve siempre márgenes galopantes.
5. Quinta paradoja; El grupo de homínidos humanos que prefiera
seguir al grupo de liderazgo que iniciar su propia andadura se reservará
siempre los peores frutos, se antepone el suicidio colectivo a la supervivencia
del grupo.
6. Sexta paradoja; El que innova tiene rango y campo de
interacción, esto es; en nuestro país la actitud de innovar está relacionada
con la edad joven, la actividad académica recién licenciado y la experiencia
empresarial básica. Una barbaridad y para muestra un botón.
Volvamos al gran maestro, uno de
sus grandes dones es la de convertir la relación entre el tiempo y la materia
sonora en algo transcendental, tempo artístico lleno de plenitud y sentido. Es
decir, convertir aquello que para el común de los mortales es la acción del
discurrir del tiempo (no importa sea tiempo plegado a lo natural o al uso
productivo del mismo por las sociedades capitalistas) en espacio lleno de
transcendencia. Tempo en definitiva que nace de la espera, del desarrollo del
material poético en el transcurrir del discurso musical. La idea se dibuja y se
realiza porque en definitiva se sabe esperar. Don Giovanni en su grito de libertad,
libertad hace propia la idea de la promesa incumplida, o el terreno viscoso y
denso de un tiempo transcendido hecho tempo poético, que como cualquier peón de
una partida de ajedrez es capaz de convertirse con capacidad, inteligencia,
innovación y estrategia en la figura elegida capaz de hacer cumplir el objetivo
del juego; emprender e innovar para sobrevivir. Se emprende y se innova en el
arte para transcender, para convertir lo esperado en territorio poético e
inexplorado, surcando los caminos de otros territorios dotados de un sentido
diferente al que esperábamos encontrar. Se emprende y se innova en el arte para sobrevivir y convertir lo realizado en
universo artístico fuera de la corrección esperada y asimilada con prontitud.
Se emprende y se innova para llegar al objetivo del juego.
Esa es la actitud de supervivencia y de
adaptación real al entorno, sea este más o menos competitivo, porque no es la
competencia la que incide en esa actitud, en todo caso supone una presión hacia
el florecer de esa actitud, es el ejercicio en libertad de la creatividad de
las personas en el ámbito que proceda, entendiéndose creatividad como el mirar
oblicuamente hacia lo establecido como dogma y norma consolidada y desarrollar
el potencial de ese ejercicio de libertad creativa, lo que incide realmente en
la actitud de emprender e innovar.
Y esa actitud con mayúsculas la
encontramos en un icono de nuestra cultura occidental y por extensión de la
figura mozartiana, universal. Emprender e innovar, si desde este punto de vista
entendemos mejor sus sonatas para piano o cualquiera de sus óperas, seremos
capaces de cultivar la actitud necesaria para romper todas y cada una de las
paradojas que antes he descrito. Porque el medio y el contexto existen, pero
son las personas las que piensan y construyen la invención. Lo importante no es saber y entender cómo
se emprende o como se innova, lo importante está en el paso anterior, en ser
capaces de emprender e innovar y aún en otro paso anterior, personal, íntimo y
solitario, tener la actitud de emprendimiento e innovación dotándonos de la
libertad personal y conocimiento suficiente y necesario para la creatividad,
sin miedo a lo establecido como dogma y norma consolidada en ese momento,
temporal y finita, es decir con caducidad, para desarrollar el potencial de ese
ejercicio de invención.
¡Libertad, libertad que viva la
libertad! – Don Giovanni.
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