Un extracto del episodio anterior
– Cuando el valor del talento es tener la posibilidad de competir, la
relación laboral basada en el pago por tiempo, responde a una lógica del siglo pasado que entorpece seriamente la viabilidad de la propia
empresa. Si la idea de relación profesional fundamental está sustentada
sobre el pago por el tiempo, se está
dando un mensaje equivocado. ¿Dónde está ahí el talento, el pensamiento
o la creación de valor? Si es así, el mensaje lleva un cortocircuito
implícito, la falta de confianza y la escasez de creación de espacios de
libertad, de crecimiento, de compromiso y de otras formas de hacer y pensar. Las personas no son un gasto, son una
inversión, pero sólo si las personas son gestionadas desde la apuesta decidida
de otra lógica, LA LÓGICA DEL VALOR. – (seleccionado del episodio 3º).
Cuando me seleccionaron para
liderar desde cero, como director creativo la implantación y desarrollo del
departamento de creatividad de una empresa norteamericana en Madrid, sector de
las nuevas tecnologías, pensé que el riesgo del proyecto era particularmente
elevado por varios motivos, aunque la ganancia de producirse era aún mayor.
Obedecía a la lógica del riesgo / ganancia, hasta ahí todo normal. Pero me
chocaron ciertas cosas, que por otro lado las había escuchado antes, pero en
otro tipo de contexto (en el de la interpretación musical). Esa extrañeza se
resumía en una sola idea metodología,
en este caso en plural, porque las había hasta para ir al baño. La metodología
que se vertebró para la realización de los proyectos creativos nos condujo a
establecer un estándar de calidad con cierto equilibrio y normalización propios
de la propia empresa. De por sí bastante altos. Sin embargo, pocas veces rozábamos la excelencia,
no solo en lo producido si no en lo planteado como solución creativa a cada
problema dado. No quiero confundir, sin
metodología no sólo se antepone la no viabilidad de casi nada, es un indicador
de fracaso asegurado. Sin embargo, el mar de procedimientos se convirtió en
algo tan sistémico como incapaz de ponerse en cuestión.
Se establecieron dinámicas
paralelas a las metodologías que teníamos. Dinámicas de libertad, metodológica,
personal, horarios… pero principalmente construyendo
espacios de confianza dejando expresar la disrupción como camino de reflexión y
pensamiento. Con eso tan sólo, las
personas que conformaban el equipo brillaron excelentemente. Logramos varios
premios nacionales e internacionales y nos consolidamos en poco tiempo en la
empresa de referencia en el sector.
Sin embargo, en esa lucha interna entre la fuerza de la inercia basada en la metodología
testada y consolidada de “siempre”, sistémica y el escenario que se abría, nos enfrentamos a varios problemas. Entre
ellos el cansancio, hartazgo, de las
personas más brillantes del equipo. El por qué, es sencillo de comprender, la inercia era demasiado fuerte, el
camino emprendido hacia el brillo era exitoso, pero impactaba directamente
contra los intereses de “otro” tipo de personas, en este caso las de mayor
poder en la empresa, porque ese camino exigía dejar de hacer lo de siempre y reinventarse. A medio plazo, la
decisión de la dirección general de la no búsqueda de la excelencia y de
potenciar el talento, nos mató. Se apostó por seguir haciendo lo mismo en un
contexto donde todo estaba cambiando.
Cuando estudiaba piano en el
conservatorio, en el último curso de carrera, daba clases con Frederick Gevers,
un excelente concertista. Recuerdo sus interpretaciones de Bach, mmmmm,
maravilloso. Y también recuerdo algunas frases que me decía, que al final me han
llevado a pensar que más allá de especular con las materias en compartimentos
estancos, sean de ciencia, letras, artes, empresa… tienen bastante más en común
de lo que parece. El maestro me repetía una y otra vez, “la expresividad nunca se pondrá de manifiesto si no tienes la técnica
pianística suficiente para liberarla” también en la técnica pianística
existe metodología y la expresión máxima del talento sólo se produce si, como
en una pirámide, la parte más baja de ella mantiene a las partes más altas. Es
decir, si entendemos esa parte baja de
la pirámide como técnica, metodología, procesos, dinámicas y maneras diferentes
de ver, afrontar y pensar los problemas, el talento no produce nada.
Pero esto que he dicho es una
cosa, y otra muy diferente, es incapacitar el talento de manera permanente por
precisamente obcecarse con mantener una
inercia adquirida y establecida como sempiterna por el hecho de no tener el
valor, en sus dos acepciones: el de ser valiente y el de apostar por lo valioso.
Hacen falta esas dos cosas para gritar ¡GOL!
Jose Javier Salutregui Pacios
CREATIVE DISRUPTIVE MANAGEMENT